Demuestran que vivir en ambientes saludables previene los atracones de comidas azucaradas y alcohol


Demuestran que vivir en ambientes saludables previene los atracones de comidas azucaradas y alcohol

Investigadores de la Universidad de Almería, integrante del ceiA3,  han confirmado que un hábito de vida saludable reduce el consumo de alimentos excesivamente dulces o drogas, en grandes cantidades y en un corto período de tiempo. El estudio, realizado con modelos animales, apunta que impedir estos trastornos por atracón previene futuras adicciones y recomienda fomentar el juego, la interacción social y el ejercicio físico desde la infancia, que son los factores principales que determinan estos ambientes.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Almería (UAL), vinculada al ceiA3, ha demostrado que vivir en ambientes saludables reduce la posibilidad de ingerir comidas azucaradas y alcohol en atracón. El estudio apunta que mitigar estos consumos excesivos previene posteriores adicciones. Para ello, define elementos característicos de esos entornos saludables como el alto nivel de interacción social y la promoción del deporte y el juego.

La catedrática de Psicobiología de la Universidad de Almería, Inmaculada Cubero, responsable de la investigación, destaca la perspectiva preventiva del estudio: “Somos los primeros a nivel mundial que hemos optado por poner la mirada en las etapas iniciales de consumo, antes de que se desarrolle la adicción”. Además son los primeros en analizar cómo el ambiente saludable reduce los consumos en atracón de azucares y alcohol, precisa a la Fundación Descubre.

Los expertos han realizado un abordaje temprano de la adicción para prevenirla a través de controlar los episodios tempranos de ingesta en atracón, con herramientas puramente ambientales, y como alternativa a las terapias farmacológicas. Buscan comprobar si un cambio positivo en el ambiente que rodea al ser humano reduce, evita y/o previene estos episodios pre-dependientes, tanto de azúcar como de alcohol, sin tener que recurrir a los medicamentos.

Este enriquecimiento del entorno se realizaría desde diferentes puntos de vista: sensorial, motor y cognitivo. Pretenden así identificar intervenciones ambientales exitosas basadas en la comprensión científica del cerebro y la conducta, para que el psicólogo pueda ser contundente a la hora de desarrollar las terapias de intervención temprana para prevenir la adicción.

La línea de investigación de este laboratorio se centra en responder a la pregunta de por qué los humanos tienen una tendencia a consumir por impulsos y de forma compulsiva, en concreto, sustancias dulces o que lleven azúcares añadidos, así como alcohol, y que podría derivar en una adicción. “Existe un síndrome de adicción a comida que se manifiesta en la incapacidad para controlar y regular su consumo y que puede desembocar en obesidad”, afirma Cubero. El consumo temprano en atracón se considera una primera fase de alta vulnerabilidad; si continúa de forma cronificada en el tiempo, existe un porcentaje de la población que acabarán desarrollando las adicciones propiamente dichas.

Los resultados de esta investigación se recogen en el artículo ‘Environmental Enrichment During Adulthood Reduces Sucrose Binge-Like Intake in a High Drinking in the Dark Phenotype (HD) in C57BL/6J Mice’, publicado en la revista Frontiers in Behavioral Neuroscience y en ‘Protective and therapeutic benefits of environmental enrichment on binge-like sucrose intake in C57BL/6J mice’, publicado en la revista Appetite.

Los investigadores han acometido las pruebas en distintas subpoblaciones de ratones, caracterizando la ingesta en atracón de sacarosa y alcohol que replica, a escala animal, lo que les ocurre a las personas. El alcohol y las sustancias azucaradas producen unos fenómenos neuronales o nerviosos comunes. «Hay muchos sistemas y mecanismos cerebrales que se comparten para que finalmente una persona desarrolle una adicción a comida o a alcohol», asegura la doctora Cubero.

Entre los principales hallazgos se constató que, cuando los ratones adultos expuestos a un consumo de sacarosa en atracón de forma continuada y a largo plazo, disfrutaron de condiciones de enriquecimiento ambiental, se observó una reducción inmediata de consumo de sacarosa. Igualmente, la crianza en dichos ambientes previno el consumo en atracón. En estos ambientes, los ratones podían realizar ejercicio físico, juegos y convivían en grupo. Según los científicos de la UAL, la exposición a estas condiciones ambientales genera un efecto preventivo y también terapéutico, y las conclusiones de este estudio podrían ser extrapolables a los seres humanos.

Según Inmaculada Cubero, comenzar a estudiar este fenómeno de consumo temprano en atracón puede ser la antesala para poder comprender por qué se desarrollan posteriormente las adicciones, tanto a alimentos dulces como a alcohol. El objetivo con la intervención ambiental es poder abortar el consumo excesivo y repetitivo de comidas y drogas y prevenir, más que curar, el fenómeno de la adicción a éstas.

El momento más crítico es la adolescencia. “Cuando somos adultos jóvenes ahí es donde está el alto riesgo de ser expuesto a la posibilidad de, libremente, elegir los consumos excesivos”, apunta la catedrática de la UAL.

Este proyecto de la Universidad de Almería liderado por Inmaculada Cubero forma parte del Plan Nacional de Investigación, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, Fondos FEDER y cuanta con la participación de la Consejería de Economía, Conocimiento, Empresas y Universidad de la Junta de Andalucía.

Referencias:

Elisa Rodríguez-Ortega, Manuel Alcaraz-Iborra, Leticia de la Fuente, Enedina de Amo, Inmaculada Cubero: ‘Environmental Enrichment During Adulthood Reduces Sucrose Binge-Like Intake in a High Drinking in the Dark Phenotype (HD) in C57BL/6J Mice’. Frontiers in Behavioral Neuroscience. 2019.

Elisa Rodríguez, Manuel Alcaraz, Leticia de la Fuente, Inmaculada Cubero: ‘Protective and therapeutic benefits of environmental enrichment on binge-like sucrose intake in C57BL/6J mice’. Appetite, 2019.

 

Fuente: Fundación Descubre



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