Investigadores del ceiA3 asocian la diversidad de hongos del suelo con la fertilidad y el mejor desarrollo de los cultivos intensivos


Investigadores del ceiA3 asocian la diversidad de hongos del suelo con la fertilidad y el mejor desarrollo de los cultivos intensivos

Investigadores ceiA3 almerienses han demostrado la incidencia positiva de la comunidad fúngica en el crecimiento de los cultivos de invernadero, ya que mantiene el rendimiento de la tierra. Tras analizar muestras en 40 explotaciones, los expertos concluyen que los fertilizantes minerales van empobreciendo los suelos si no se complementa con adición de materia orgánica.

Investigadores del grupo adscrito al ceiA3 Producción Vegetal en Sistemas de Cultivos Mediterráneos, AGR-200 de la Universidad de Almería, han relacionado la presencia de hongos en el suelo de cultivo con el aumento de tamaño de las plantas. En un estudio, desarrollado con plantas de tomate y pepino comprobaron que el enriquecimiento de la tierra sólo con aditivos de origen mineral la va empobreciendo año tras año. De esta forma, proponen añadir materia orgánica, en la que se incluye la comunidad fúngica.

El trabajo de los expertos relaciona el contenido de materia orgánica en el suelo con la obtención de mejores resultados agrarios. “Los sustratos que promueven mayor crecimiento de las plantas presentan un mayor contenido en materia orgánica y, a su vez, son los suelos que mayor cantidad y diversidad de hongos contienen”, señala a la Fundación Descubre el investigador de la Universidad de Almería José Ignacio Marín, autor del estudio ‘Association of plant development to organic matter and fungal presence in soils of horticultural crops’, publicado en la revista Annals of Applied Biology.

La investigación establece una asociación directa entre la diversidad de organismos fúngicos y el desarrollo de los cultivos. Los expertos han analizado cuatro variables en plantas de pepino y tomate: el incremento del peso seco de la parte aérea y de las raíces, el área de las hojas y la altura de la planta.

Para conseguir el resultado, los científicos estudiaron ejemplares en 40 invernaderos de la provincia de Granada durante cinco años. Analizaron los parámetros físicos y químicos de suelo y los géneros de las comunidades de hongos. En paralelo, evaluaron en macetas el efecto del suelo en plantas crecidas en una cámara de ambiente controlado.

De esta forma, detectaron que una presencia de más del 1,5% de materia orgánica en el suelo de cultivo de tomate obtiene valores significativamente más altos en las cuatro variables analizadas. “Además, la altura de la planta, el peso aéreo seco y el área foliar mostraron correlaciones positivas y significativas con el número total de géneros de hongos”, indica Marín.

En el caso del pepino, los resultados fueron en general similares, excepto en una cuestión. “Las plantas crecidas sobre suelo con materia orgánica superior a 3% lograron valores significativamente superiores en altura de plantas, peso seco aéreo y área foliar que al 1,5%”, añade el ingeniero agrónomo.

Los resultados del estudio apuntan la incidencia positiva de los microorganismos para mantener y mejorar la fertilidad de los suelos, definida por tres componentes: físico, químico y biológico. “Los abonos minerales no devuelven la fertilidad al suelo es la materia orgánica la que sirve para regenerarlos y llevarlos a un equilibrio donde los gastos sean menores y el enclave permanezca fértil”, añade.

En las últimas décadas, los investigadores han detectado que los monocultivos bajo fertilización intensiva con abonos de síntesis, de origen mineral y sin incorporar enmiendas orgánicas, reducen su rendimiento. Por ejemplo, la producción hortícola en invernadero. Es el fenómeno conocido como fatiga o cansancio de suelo. “Esta pérdida continua de la calidad y fertilidad del suelo agrícola se considera uno de las los mayores desafíos para abordar la seguridad alimentaria mundial”, considera el investigador.

El equipo investigador continúa su trabajo utilizando los restos de cosecha de los invernaderos como añadido orgánico del suelo. Así conocerán su repercusión sobre las comunidades microbianas del sustrato, con la intención de reducir los abonos de síntesis. Ya tuvieron un precedente en esta línea, al comprobar que utilizando los restos vegetales del cultivo de tomate fue suficiente para alcanzar producciones similares a las logradas con abonos químicos de síntesis, sin que cambiase la calidad del fruto.

La financiación del estudio ha provenido en parte de la cooperativa agrícola de Motril (Granada), Granada La Palma, preocupada por la menor fertilidad del suelo de sus socios.

Fuente: Fundación Descubre



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